Corazón de fuego

El corazón se contrae: de dolor y amor.
Las palmas sudan, la mente se enturbia.
El cuerpo se estremece, los ojos escuecen,
queriendo llorar. El alma gritando,
anhelando desatar lo que la estruja:
aquello que la destruye y reconstruye.
Lo que la mata y la hace sentir viva.

¡Correr, correr, correr, correr, correr!

Y a su paso gritar, en carne viva aullar.
Contarle al universo lo que percibe.
Contarle al todo, al cosmos, al caos:
como se siente hasta en los dientes.
La tierra se estremece por su sentir.
La tierra clama. La tierra consuela.
Ella corre, sigue corriendo. Cae.
Sus rodillas golpean duramente el suelo.
Recuerda: lo que es sentirse enérgica.
Lo que es apreciar la llamada del fuego
en su inmortal cuerpo, en sus huesos.

Y ahí en el suelo, llena de barro,
de pasto, sintiendo el viento,
la humedad que la envuelve,
el viento que arrulla, la multitud
ruega por ella. Su salvadora.
Su portadora de fuego.
La flama para alejar la oscuridad.

Ella ha dado hasta la última gota de sí
para que todos puedan sobrevivir.
Agotada, rota, con el corazón
fragmentado, vilmente cortado
y
la esperanza latente de un mundo mejor.

Allí con la sangre corriendo y los ojos
ardiendo. Allí donde todo y nada
parecen ser la respuesta anhelada:
promete. Jura. Augura. Afirma…
que volverá. Que la pira de su alma
volverá a brillar sobre aquellos que ama, 
su gente, su hogar, sobre los valientes de corazón.
Los dispuestos a sangrar por ver sus sueños
hechos realidad. Volverá y en una monumental,
y sanadora hoguera subyugará el mal.
Reduciendo a cenizas la anarquía y las sombras,
Las tinieblas y la bruma.
El corazón de fuego volverá a latir.
Aelin volverá a surgir.
Y en una colosal tormenta la máxima estrella
resplandecerá, y el fulgor de esta traerá paz.


Fuente: Aquí
“And then I am going to rattle the stars.”
― Sarah J. Maas, Heir of Fire





Inspiración tomada del quinto libro de la saga Trono de Cristal de Sarah J. Maas: Imperio de Tormentas.

Teffy Campos

23. Venezolana. Escribo lo que siento, pienso, opino e imagino. Son trocitos de mi alma que se escapan a diario, quizá por el exceso de sentir

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