La ciencia de la vida

Una vez iba en el bus
y oí a un niño llorar.
Le pregunté qué pasaba,
no pudo contestar.
Me pasó un cuaderno
y trató de vocalizar
que tenía tarea 
y no la sabía ejecutar.
Entonces me comentó
lo inútil de ella
porque la química no sirve
en la vida entera.
Me tomé el atrevimiento
de darle un consejo
y además de eso
le ofrecí mi ayuda
con la única condición
de que escuchara con atención
y me diera el beneficio de la duda
con respecto a la asignación.

Le expliqué con devoción
y le aclaré la cuestión.
El muchacho entusiasmado
me escuchó con consideración.
Le conté, además, de la vida
y de las reacciones de combustión.
De los cambios de fase
y también del jabón.
Aun cuando no entendía mucho
comprendió la pasión
que acompañaba el discurso
dado en aquella ocasión.
Comenté con él
el aroma y la sazón
También del petricor.
¡Y mira que le gustó!

Pasé por cada faceta:
desde el olor de los libros viejos
y de la descomposición.
Hasta la magia del champú 
y de la construcción.
Junto a los elementos químicos
que inducen el amor.

Poco tiempo después
el chico se marchó
con una sonrisa en su cara
y un propósito en el corazón.

Los años pasaron 
y no supe más del muchacho
Pero un día el periódico
mostró un comunicado
y la foto del personaje expuesto
me llamó la atención.
Era el niño del bus, 
con el que tanto había hablado.

Cuando leí con cuidado
sonreí sin intención.
Allí hablaban de un prodigio.
Aquel que ganó la feria de ciencia.
Con un experimento que atrajo audiencia
gracias a la soberbia del mismo
y la inocencia del niño…
Pero lo que más me impactó
fue la rama de ciencia que escogió.

Una reacción química
que puso en ejecución.

Desde ese día entendí 
lo importante de hablar
de las maravillas que nos rodean
y su respectiva procedencia.
Muchas veces los niños
no saben por qué estudian algo…
Es necesario alentarlos
y explicarles con cuidado. 
Una vez que ellos entiendan
podemos decir con firmeza:
el propósito fue logrado.

Y al final de todo
no te olvides del abrazo:
El amor y la comprensión
son siempre la mejor opción
para abrir la mente y cuidar el corazón





Teffy Campos

23. Venezolana. Escribo lo que siento, pienso, opino e imagino. Son trocitos de mi alma que se escapan a diario, quizá por el exceso de sentir

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